lunes, 19 de mayo de 2014

Nuestro primer beso



En días como hoy me da que pensar....

Recuerdo el primer día que la besé, estábamos la una al lado de la otra, me sonrió y el tiempo pareció pararse. Escuchaba su respiración, veía como su pecho cada vez se elevaba más rápido en una especie de ansiedad anticipatoria, sentí el vértigo de una caída en montaña rusa pese a que sabía que nunca podría estrellarme...

Cerré los ojos. Giré un poco su cara con mis manos, justo en el momento en que ella me regalaba una sonrisa, leyendo en mis ojos la intención. Y la besé, primero reconociendo sus labios, haciéndome al camino, como cuando por fin te descalzas en un campo de césped... la besé con ganas de acariciarla, con la intención de presentarle en aquel beso todos mis miedos y al mismo tiempo mi valentía.

De pronto ella cambió, y me agarró por la cintura cambiando con ese gesto las reglas del juego. Me miraba de otra forma... con ganas de aventuras épicas y de saltos al vacío. Y me devoró con su siguiente beso. Me besaba como si mi boca no fuese suficiente de mi, como si necesitase más, y me apretaba en un intento de lograr saciarse.

Sentía que me faltaba el aire, tenía un torbellino en la tripa, y un tsunami entre mis brazos. Mi piel entera estaba ávida de ella, de cualquier roce, de cualquier cambio, de cualquier gesto... Las ganas eran tantas que me sentía mareada. Necesitaba respirar.

Y salí de su beso, la dejé en mi imaginación. Abrí los ojos, y suspiré.

Qué pena que ella no estuviese en mi cabeza para verlo...