jueves, 16 de diciembre de 2010

PEDRO Y EL LOBO

De nuevo volvemos a la fábula de “Pedro y el lobo”. Volvemos a oír en las noticias el caso de otra mujer desparecida, y se deja entrever que su ex pareja ha tenido algo que ver con su desaparición. Y cientos de ellos siguen prometiendo que esta vez que han levantado la mano era la última, que no querían hacerlo, que nunca volverán a hacerlo… pero a veces viene el lobo y eso es innegable.

Muchos de estos futuros asesinos levantan la cabeza y se dicen valientes, muchos machistas critican estos acontecimientos, sacan pecho y llaman “cabrón” o “hijo de puta”(insulto por otro lado muy machista) a ese hombre que ha asestado un número generalmente impar de puñaladas, y superior a unas 15. Y para demostrar su valentía no son siquiera capaces de afrontar las consecuencias de sus actos (que sean cuales sean siempre serán más leves para ellos que para ellas)

Todo el mundo está de acuerdo en que esto es algo a evitar, que ésta gente, y sólo ellos son los culpables de esta atrocidad; pero están muy equivocados. No eximo a estos amorales de su culpa, ni digo que se hayan visto empujados a ello, cuidado. Pero sí digo que en la base de todo ese pensamiento de inferioridad de las mujeres, toda esa idea de que “pertenecemos” a los hombres, siempre hay detrás una mujer, que de forma directa o indirecta ha favorecido el desarrollo de ese pensamiento.

Pleno siglo XXI, año 2010, un piso de Madrid ( supuesta capital de España, pioneros en cuanto a evolución económica y cultural) una familia de clase media, dos padres y dos hijos, la parejita, algo idílico. Hora de la comida, están todos sentados a la mesa, comiendo. Sale en las noticias un caso de una mujer encontrada en su piso por sus hijos, muerta, con múltiples puñaladas por todo el cuerpo. El padre ha intentado suicidarse (siempre lo intentan, pero casi nunca lo consiguen…) Los insultos se repiten por toda la mesa, llenando las bocas de los comensales (que por otro lado no han modificado en absoluto su ingesta tras la noticia) y haciendo aún más grotesca la escena posterior. Se levantan de la mesa y la mujer y la niña automáticamente empieza a recoger mientras él pone los pies encima de la mesa, su hijo se sienta al lado, y se dedica a ver la televisión.

¿O cuántas veces no se ha repetido a lo largo de nuestras vidas la escena típica de navidad? Voces lejanas se escuchan en la cocina, te acercas y son todas las mujeres de la familia que se han unido para preparar la cena de navidad, las niñas corretean de un lado a otro de la casa intentando poner la mesa lo más decentemente posible, y en el salón un corrillo de hombres debaten a cerca de cualquier tema de actualidad con el que explayarse, cosa que por otro lado les permite hacer un uso práctico de todas esas horas que pasan frente al televisor.

Pero estos comportamientos suceden constantemente a nuestro alrededor, y no nos damos cuenta, es más, algunos de ellos los valoramos muy positivamente. ¿Cuántas veces no hemos sonreído ante un chico que nos retira la silla de la mesa y nos acerca? Muchas personas dirán que es educación, pero… ¡probad a hacer lo contrario! Las chicas no necesitamos que nos abran la puerta, ni que nos acerquen a la silla, ni muchísimo menos que nos adornen o nos obsequien constantemente con objetos. Pero si después de todo ello, un hombre cree que tiene que hacerlo, que “tienen que hacérnoslo” no pidáis que lo olviden cuando tengamos un arrebato de autosuficiencia...

Creo que todos esos conceptos y costumbres machistas que se expanden cual pandemia letal tendrían que ser erradicados, y dejarnos de conflictos absurdos sobre la lingüística machista. En vez de esforzarnos por establecer una norma que determine que en un conjunto de entidades (ya sean personas, cosas, o conceptos abstractos) si el número de entidades femenino es mayor que el masculino la terminación ha de ser plural y femenina, tendríamos que promover la igualdad desde nuestras casas, estableciendo una división equitativa de las tareas del hogar, así como una universalidad de los derechos y las obligaciones de cada uno.

No nos pilla por sorpresa que el número de mujeres que ocupan altos cargos sea mucho menos, ni que los sueldos medios de las mujeres (realizando el mismo empleo que los hombres) generalmente sea bastante menor. Pero si ya desde las instituciones gubernamentales, así como desde los centros culturales de influencia, no se empieza una protesta contra todo esto, y un movimiento global de cambio, poco vamos a conseguir.

Por esto mismo, y con ello concluyo, no se asusten ni se lleven las manos a la cabeza cuando han estado entrenando a perros de caza a ser lo más insensibles posible al dolor ajeno, y de pronto ese perro se vuelve contra ustedes y los muerde. Solamente tienen aquello que ustedes mismos se procuraron con ahínco y esmero. Es muy triste ver como una familia, rota por dentro, pone todo de su parte solo por encontrar los restos mortales de la que fue su hija. A todos se nos encoge el corazón al ver este tipo de imágenes (o eso quiero pensar), ahora es momento de que también actuemos y tratemos de promover la simple y pura igualdad.